Se dice que muchos años atrás el Virrey de Nápoles hizo una visita a Barcelona, España.
En el puerto había un barco de remos, una galera, con prisioneros condenados a remar, castigo usual para la época.
El Virrey se acercó a los prisioneros y les preguntó que había pasado, que los había llevado a estar ahora en esta situación. Así escuchó de primera voz terribles historias.
El primer hombre dijo que estaba allí porque un juez aceptó un soborno de sus enemigos y lo condenó injustamente.
El segundo dijo que sus enemigos habían pagado a falsos testigos para que lo acusaran.
El tercero dijo que había sido traicionado por su mejor amigo, quien escapó de la justicia dejándolo. Y así por el estilo.
Finalmente el Virrey dió con un hombre que le dijo:
“mi Señor, yo estoy aquí porque lo merezco. Necesitaba dinero y le robé a una persona. Estoy aquí porque merezco estarlo.”
El Virrey quedó absolutamente anonadado y volviendo sobre el capitán del navío de esclavos dijo:
“aquí tenemos a todos estos hombres que son inocentes, están aquí por injustas causas, y aquí este hombre malvado en medio de todos ellos. "Que lo liberen inmediatamente, temo que pueda infectar a los demás”.
De esta manera el hombre que se había confesado culpable fue liberado y perdonado, mientras aquellos que continuaban excusándose a si mismos volvieron a los remos.
En el puerto había un barco de remos, una galera, con prisioneros condenados a remar, castigo usual para la época.
El Virrey se acercó a los prisioneros y les preguntó que había pasado, que los había llevado a estar ahora en esta situación. Así escuchó de primera voz terribles historias.
El primer hombre dijo que estaba allí porque un juez aceptó un soborno de sus enemigos y lo condenó injustamente.
El segundo dijo que sus enemigos habían pagado a falsos testigos para que lo acusaran.
El tercero dijo que había sido traicionado por su mejor amigo, quien escapó de la justicia dejándolo. Y así por el estilo.
Finalmente el Virrey dió con un hombre que le dijo:
“mi Señor, yo estoy aquí porque lo merezco. Necesitaba dinero y le robé a una persona. Estoy aquí porque merezco estarlo.”
El Virrey quedó absolutamente anonadado y volviendo sobre el capitán del navío de esclavos dijo:
“aquí tenemos a todos estos hombres que son inocentes, están aquí por injustas causas, y aquí este hombre malvado en medio de todos ellos. "Que lo liberen inmediatamente, temo que pueda infectar a los demás”.
De esta manera el hombre que se había confesado culpable fue liberado y perdonado, mientras aquellos que continuaban excusándose a si mismos volvieron a los remos.
De por ahí.
Esta es una historia verdadera, y la moraleja es bastante obvia. Hablamos de las excusas y su poder. De cómo nos encadenan y mantienen sujetos en un determinado orden de cosas.
Tratemos de no poner excusas, a veces es mejor hacernos cargo de las cosas y ser mas sinceros con uno mismo y con los demas.
Buena noche. Tratemos de no poner excusas, a veces es mejor hacernos cargo de las cosas y ser mas sinceros con uno mismo y con los demas.