Yo, mi, me, con..miga

jueves, 21 de noviembre de 2013

Sabor de vendimia.


 
Recuerdo el terror de las primeras arrugas.


Pensar: Ahora sí. Ya me llegó la hora.

Las líneas de la risa marcadas sobre mi cara

aun en medio de la más absoluta seriedad.

Yo, frente al espejo,

intentando disolverlas con mis manos,

alisándome las mejillas, una y otra vez,

sin resultado.

Luego fue la mirada furtiva de mi reflejo

en los escaparates

preguntarme si la luz del día las haría más evidentes,

si el que me observaba desde la otra acera

estaría censurando mi incapacidad de mantenerme joven,

incólume ante el paso del tiempo.



Viví esas primeras marcas de la edad

con la vergüenza de quien ha fallado.

Como una estudiante que reprueba el examen

y debe caminar por la calle

con las malas notas expuestas ante todos.



–Las mujeres nos sentimos culpables

por envejecer,

como si pasada la juventud de la belleza,

apenas nos quedara que ofrecer,

y debiéramos hacer mutis;


salir y dejar espacio a las jóvenes,

a los rostros y cuerpos inocentes

que aún no han cometido el pecado

de vivir más allá de los treinta o los cuarenta–




No sé cuándo dispuse rebelarme.

No aceptar que sólo se me concedieran como válidos

los diez o veinte años con piel de manzana;

sentirme orgullosa de las señales

de mi madurez.




Ahora,

gracias a estos razonamientos

cada vez me detengo menos

frente al espejo.

Paso por alto

la aparición de

inevitables líneas

en el mapa de vida del rostro.




Después de todo,

el alma,

afortunadamente,

es como el vino.

Que me beba quien me ame,

que me saboree.


                                                          

                                                           Gioconda Belli (Nicaragua, 1948)
 
 
 
 

Envejecer es el precio de vivir. Solo hay que saber hacerlo con elegancia.
Es inútil querer parar el reloj biológico.
Entonces lo mejor es aprovechar, haciendo lo que nos gusta cada minuto de nuestro tiempo.
Buen día.


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