Este domingo sabe a muerte antigua.
La tarde se extravió en el cementerio.
Desde un sepulcro una memoria artera
me hace señas con brazos de espantajo.
Este domingo huele a brujería.
En mi desván mental mora un diabillo
con síndrome servil de penitencia
que se alimenta de oración y amonio.
Este domingo suena a perro herido.
Lleva un puñal clavado en las costillas,
una guitarra afónica en el pecho,
un retazo de tango y un rencor.
Este domingo suda pesadumbre.
Voy de puntillas sorteando azares
por no borrar del patio de la infancia
una rayuela enferma de tristeza.
Tania Alegría
A las buenas personas, no se les entierra, se les siembra. Y mi padre lo era.
Cuatro años ya y aún duele.
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