¿Quién, después de verlo y acariciarlo, se lo comía?
Se lo dimos a los dos niños del jardinero para que lo criaran.
-¿Qué haréis con él?
María, la mayorcita, La violetilla como le decíamos, grisucha y graciosa, con sus ojos verdes, su pelo pardo con aceite, y sus dientes amarillos, saltó al momento:
-¡Cuidarlo, zeñorito!
Pero el padre mató al palomo aquella misma tarde y se lo comió la familia, digo, él y el niño, Faneguillas, que tenía todo su mimo.
La madre y la niña se contentaron con olerlo, agradables a la fuerza.
Al día siguiente, cuando entré, estaban los niños sentados en el umbral jugando a los alfileritos.
-¿Y el palomo? –les pregunté ansioso.
El niño se puso de pie, y sacando la barriga, se dio una palmada en ella:
-¡Aquí, gualdado!
Y La violetilla María, sonriendo triste, copiaba a su hermano:
-¡Aquí guardado, zeñorito!
Juan Ramón Jiménez
Parece mentira que en pleno siglo XXI en España, haya niños pasando hambre, cuando los que nos gobiernan, no se conforman con nada y encima les tenemos que estar financiando sus menus de Estrella Michelín y sus cubatas.
Que poca vergüenza tienen !!
Podrán dormir por las noches ??
Buen día.
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