Era la primera vez que venía a Madrid. Al salir de la entrevista de trabajo me encontré en una plaza. En el rótulo leí “Glorieta de Cuatro Caminos”. Según pude comprobar, los caminos que de ella salían eran, en efecto, cuatro: la calle Bravo Murillo, la calle Fernández Villaverde, la calle Santa Engracia y la avenida Reina Victoria. No sé por qué, tuve la sensación de que, según la calle que en ese momento tomara, me esperaría una vida diferente. Cuatro caminos, cuatro alternativas, cuatro vidas posibles…
Pasaron las horas, anocheció y ahí seguía yo: inmóvil, como plantada en mitad de la encrucijada. En mitad de los Cuatro Caminos.
Empezó a llover. Un desconocido que pasó a mi lado, al notar mi angustia se interesó por mí:
-¿Te pasa algo? ¿Puedo ayudarte?
Protegidos por su paraguas y sin movernos de la plaza, le expliqué lo que me ocurría. Entonces me sugirió pasear juntos por las cuatro calles, deambular por ellas sin ningún orden. Recorrer al buen tuntún las cuatro calles: los Cuatro Caminos.
Aquel hombre ya no es un desconocido. De hecho, llevamos diez años viviendo juntos.
Saiz de Marco
La vida es un desafío para los valientes , y una encrucijada para los cobardes !!
Disfrutar del domingo.
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