A veces me visita, se sienta frente a mí
y me mira silenciosa.
Yo esquivo como puedo la punzada de sus ojos,
trasteo con las cosas, hago ruido con ellas,
las cambio de lugar.
Pongo música, la radio, enciendo el televisor,
abro las ventanas, en un intento vano de escapar.
Ella espera paciente, como una madre
el regreso del niño que escapa del baño.
Al final sus ojos son tiernos,
me mira risueña y las manos cruzadas
sobre el halda*, se parecen a las mías.
Así que acabo por sentarme
y compartimos el silencio.
A la tristeza no le gusta estar sola.
Begoña Abad
* Hueco que se forma en la falda de una mujer sentada. Regazo.
Por muy optimista que se sea- y yo lo soy - es inevitable que de vez en cuando nos visite esa especie de melancolía que nos arrastra a los momentos tristes del pasado y nos anega los ojos.
Pero está bien, porque para apreciar la luz en su justo valor, es bueno de vez en cuando vivir en la oscuridad.
Y como ya está bien oscurito, yo, que no desperdicio ni un segundo, me voy a dormir para aprovechar !!
Buena noche.
No hay comentarios:
Publicar un comentario