Yo, mi, me, con..miga

viernes, 29 de julio de 2016

La pasajera de Capri



De donde, planta o rayo, 
de dònde, rayo negro o planta dura, 
venías y viniste 
hasta el rincòn marino? 

Sombra del continente más lejano 
hay en tus ojos, luna abierta 
en tu boca salvaje, 
y tu rostro es el párpado de una fruta dormida. 
El pezòn satinado de una estrella es tu forma, 
sangre y fuego de antiguas lanzas hay en tus labios. 

De dònde recogiste 
pétalos transparentes 
de manantial, de dònde 
trajiste la semilla 
que reconozco? Y luego 
el mar de Capri en ti, mar extranjero, 
detrás de ti las rocas, el aceite, 
la recta claridad bien construida, 
pero tú, yo conozco, 
yo conozco esa rosa, 
yo conozco la sangre de esa rosa, 
yo sé que la conozco, 
yo sé de dònde viene, 
y huelo el aire libre de ríos y caballos 
que tu presencia trae a mi memoria. 
Tu cabellera es una carta roja 
llena de bruscos besos y noticias, 
tu afirmaciòn, tu investidura clara 
me hablan a mediodía, 
a medianoche llaman a mi puerta 
como si adivinaran 
adònde quieren regresar mis pasos. 

Tal vez, desconocida, 
la sal de Maracaibo 
suena en tu voz llenándola de sueño, 
o el frío viento de Valparaíso 
sacudiò tu razòn cuando crecías. 
Lo cierto es que hoy, mirándote al pasar 
entre las aves de pecho rosado 
de los farellones de Capri, 
la llamarada de tus ojos, algo 
que vi volar desde tu pecho, el aire 
que rodea tu piel, la luz nocturna 
que de tu corazòn sin duda sale, 
algo llegò a mi boca 
con un sabor de flor que conocía, 
algo tino mis labios con el licor oscuro 
de las plantas silvestres de mi infancia, 
y yo pensé: Esta dama, 
aunque el clásico azul derrame todos 
los racimos del cielo en su garganta, 
aunque detrás de ella los templos 
nimben con su blancura coronada 
tanta hermosura, 
ella no es, ella es otra, 
algo crepita en ella que me llama; 
toda la tierra que me dio la vida 
está en esta mirada, y estas manos 
sutiles 
recogieron el agua en la vertiente 
y estos menudos pies fueron midiendo 
las volcánicas islas de mi patria. 

Oh tú, desconocida, dulce y dura, 
cuando ya tu paso 
descendiò hasta perderse, 
y sòlo las columnas 
del templo roto y el zafiro verde 
del mar que canta en mi destierro 
quedaron solos, solos 
conmigo y con tu sombra, 
mi corazòn dio un gran latido, 
como si una gran piedra sostenida 
en la invisible altura 
cayera de repente 
sobre el agua y saltaran las espumas. 

Y desperté de tu presencia entonces 
con el rostro regado 
por tu salpicadura, 
agua y aroma y sueño, 
distancia y tierra y ola! 








Pablo Neruda 








Neruda siempre sorprende con la belleza de sus palabras.
Buen finde.

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