Entra en casa.
El pelo lo trae lleno de hojas secas,
unas raíces brotan de sus zapatos.
En las pisadas fértiles
que abandona sobre el pasillo,
germinan cada primavera
los tulipanes de la alfombra.
Se acerca, voraz,
con la mirada impúdica
de un coleccionista de amantes
y florecen tres violetas sobre mi hombro.
Los lirios de las sábanas se inquietan.
La noche comienza a oler a lluvia.
Despojado de musgo y ropa,
me arrastra a su escondite de helechos
para convertirme, de nuevo,
en pétalo sobre sus manos.
Paula Álvarez Carnero
Hemos cambiado de aires que siempre viene bien.
Hay que disfrutar de lo bueno de aquí y de allá. Y en eso estamos.
Buen día.
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