Si grito:
"te quiero mucho",
no me acalles.
Si pierdo la prudencia
y ciño tu cintura en la acera,
no me regañes.
Si destello en la reja de tus pechos,
como el relámpago, alguna noche,
no me apagues.
Si me desangro, como un gallo herido, en tus brazos,
no me cures.
Si transgredo las normas y las costumbres,
no me reprendas.
Ahora estoy en trance de la suprema locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.
Si me desbordo, como el mar, por tus playas,
no me contengas.
Si un día pido refugio al kohol de tus ojos,
no me arrojes.
Si me quiebro en fragmentos de luz sobre tus pies,
no me moltures.
Si cometo un crimen de amor,
si el color bronceado, fermentado en tus hombros, sacude mi fe,
si me comporto como un niño travieso
y empapo tu pezón de vino...
no me pegues.
Ahora estoy en trance de la gran locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.
Si escribo en pétalos de rosa
que te quiero...
te ruego que me leas.
Si duermo como un niño en los bosques de tu pelo,
no me despiertes.
Si te llevo por dote la leche de los pájaros,
no me rechaces.
Si envío mil cartas de amor
para ti...
no las quemes abrasándome.
Si algún día te ven conmigo en los cafés de la ciudad,
no me ignores:
todas las mujeres de la ciudad conocen mi debilidad por la belleza
y el origen de la poesía y del jazmín.
¿Cómo fingir?
Si estás pintada en las aguas de mis ojos.
Ahora estoy en trance de la luminosa locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.
Cuando el vino francés
desprenda las horquillas de tu pelo sin disculpas,
y me cerque el trigo,
me ciña la noche,
me rodee la mar
y comience a pastar, como loco, la hierba de los campos,
sin saber dónde está mi derecha
ni mi izquierda.
Cuando el vino francés
borre las antiguas fronteras entre mi existencia y mi suicidio,
te ruego, en nombre de todos los locos, que me comprendas.
Te ruego, cuando el vino diga algo inoportuno
del amor, que me perdones.
Ahora estoy en trance de la hermosa locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.
Cuando el vino francés
borre los rostros,
las líneas,
y los ángulos,
y no quede más mujer que tú
ni más hombre que yo.
Cuando no sepa dónde están tus manos
y dónde están las mías,
cuando no sepa distinguir el vino
de mi sangre,
cuando no sepa distinguir el lenguaje de tus manos
del de los espejos,
cuando al final de la noche me haga añicos,
me cerque el deseo
y me cerque el kohol,
y se me olvide mi nombre
y mi dirección,
y se me olviden los nombres de todos los barcos,
te ruego, estrellado, que me recojas,
te ruego, roto, que me pegues,
te ruego, muerto, que me resucites.
Ahora estoy en trance de la gran locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura.
Cuando el vino francés
despoje del cuerpo asiático el quimono,
y de la oscuridad del pecho salgan la aurora,
la golondrina,
el coral,
el cobre, el té, el marfil
y otras cosas.
Cuando el vino francés
suprima todas las lenguas,
reduzca todas las culturas a cero
y todas las civilizaciones a cero,
y convierta tu boca en un jardín de rosas
y convierta mi boca en cincuenta bocas.
Cuando el vino francés anuncie al final de la noche
que eres la más hermosa de las mujeres,
y tu estatura y tu cintura las más armoniosas,
cuando anuncie que todas las bellezas del mundo son prosa
y sólo tú eres poesía,
en nombre de todos los borrachos,
en nombre de todos los confusos,
en nombre de todos los que sufren la maldición del amor,
te ruego que no me maldigas.
En nombre de todos los que sufren la herida del corazón,
te ruego que no me hieras.
Ahora estoy en trance de la suprema locura.
Perderás la ocasión de tu vida
si no aprovechas mi locura...
Nizar Qabbani.
Muy larga, si, pero creo que merece la pena leerla entera y no solo un fragmento.
Buen inicio de semana.
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