He aquí la regla de oro, el secreto del orden:
Tener un sitio para cada cosa
y tener
cada cosa en su sitio. Así arreglé mi casa.
Impecable anaquel el de los libros:
un apartado para las novelas,
otro para el ensayo
y la poesía en todo lo demás.
Si abres una alacena huele a espliego,
y no confundirás los manteles de lino
con los que se usan cotidianamente.
Y hay también la vajilla de la gran ocasión
y la otra que se usa, se rompe, se repone
y nunca está completa.
La ropa en su cajón correspondiente.
Y los muebles guardando las distancias
y la composición que los hace armoniosos.
Naturalmente que la superficie
(de lo que sea) está pulida y limpia.
y es también natural
que el polvo no se esconda en los rincones.
Pero hay algunas cosas
que provisionalmente coloqué aquí y allá
o que eché en el lugar de los trebejos.
Algunas cosas. Por ejemplo, un llanto
que no se lloró nunca;
una nostalgia de que me distraje,
un dolor, un dolor del que se borró el nombre,
un juramento no cumplido, un ansia
que se desvaneció como el perfume
de un frasco mal cerrado
Y retazos de tiempo perdido en cualquier parte.
Esto me desazona. Siempre digo: mañana…
y luego olvido. Y muestro a las visitas,
orgullosa, una sala en la que resplandece
la regla de oro que me dio mi madre.
Rosario Castellanos (México 1926 - Tel Aviv 1974)
Mientras ruge la marabunta y sin poder hacer otra cosa que quitarme de enmedio, me siento ( mientras tenga silla ) aquí a contemplar el mundo y dedico un ratito a lo que me complace: exponer un poco de la poesía que me gusta.
Hoy, la regla de oro que me dio mi madre, anda por los suelos , maltratada y pisoteada.....pero mañana será otro día.
Disfrutar de este viernes fresquito pero soleado.
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