Cuenta una historia que un hombre trabajaba en una planta empacadora de carne.
Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador.
Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador y ya estaba al borde de la muerte.
De repente se abrió la puerta.
El guardia de seguridad entro y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debe que se le ocurrió abrir ésa puerta sino era parte de su rutina de trabajo?
Él explicó: llevo trabajando en ésta empresa 25 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy me dijo “hola” a la entrada, pero nunca escuché “hasta mañana”.
Yo espero por ese hola, buenos días, y ése chao o hasta mañana , cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré”.
Un día terminando su horario de trabajo, fue a uno de los refrigeradores para inspeccionar algo; se cerró la puerta con el seguro y se quedó atrapado dentro del refrigerador.
Golpeó fuertemente la puerta y empezó a gritar, pero nadie lo escuchaba. La mayoría de los trabajadores se habían ido a sus casas, y era casi imposible escucharlo por el grosor que tenía esa puerta.
Llevaba cinco horas en el refrigerador y ya estaba al borde de la muerte.
De repente se abrió la puerta.
El guardia de seguridad entro y lo rescató.
Después de esto, le preguntaron al guardia a qué se debe que se le ocurrió abrir ésa puerta sino era parte de su rutina de trabajo?
Él explicó: llevo trabajando en ésta empresa 25 años; cientos de trabajadores entran a la planta cada día, pero él es el único que me saluda en la mañana y se despide de mí en las tardes. El resto de los trabajadores me tratan como si fuera invisible.
Hoy me dijo “hola” a la entrada, pero nunca escuché “hasta mañana”.
Yo espero por ese hola, buenos días, y ése chao o hasta mañana , cada día. Sabiendo que todavía no se había despedido de mi, pensé que debía estar en algún lugar del edificio, por lo que lo busqué y lo encontré”.
De por ahí.
Cuesta tan poco ser amable y se recibe tanto a cambio......
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