Una casa que no fuese un arenal
desierto,
que ni casa fuese;
sólo un lugar
donde llegó la lumbre y en su entorno
se sentó la alegría;
y calentó las manos;
y partió porque tenía
un destino; cosa simple
y poca,
pero destino:
crecer como árbol, resistir
al viento, al duro invierno,
y una mañana sentir los pasos
de abril
o... ¿quién sabe?,
la floración
de las ramas, que parecían
secas y de nuevo se estremecen
con el súbito canto de la alondra.
Eugenio de Andrade.
La primavera ha invadido mis terrazas. Es la única invasión que me encanta y me hace feliz.
Están para verlas !!
Ojalá hayais pasado un domingo hermoso.
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